La asunción de Lifschitz, por dentro
Por tercera vez consecutiva el socialismo ostenta la gobernación de Santa Fe, esta vez con la asunción de Miguel Lifschitz como mandatario de la provincia. En un ambiente sin demasiado jolgorio, y enraizado en lo protocolar, el ex intendente rosarino inició su mandato con el discurso en la Legislatura, luego recibió los atributos de mando en la Casa Gris y, para finalizar, le tomó el juramento a los ministros en el Teatro Municipal.
A lo largo de una jornada calurosa que obligó a algunas damas como a la diputada Clara García a desplegar abanicos, el socialismo se esforzó por remarcar que no se trataba de un mero cambio de gobierno, sino de una prolongación del proceso iniciado por Hermes Binner. Justamente fue él quien dejó en claro este concepto en los pasillos de la Legislatura, al augurar que “no serán sólo cuatro años, sino una continuidad de las gobernaciones anteriores”.
En la antesala a la jura, dirigentes socialistas se mostraron gustosos de palpar nuevamente la gobernación y dejar atrás los escasos 1240 votos que los separaron del Pro en las elecciones, mientras que algunos radicales que no integran el Frente Progresista, como el intendente de Santa Fe, José Corral, trajeron a colación a Mauricio Macri más de una vez. También Miguel Del Sel quiso pintar de amarillo un ambiente cubierto de rojo bermellón, pero para él había respuestas.
Es que la poca militancia que se acercó hasta la puerta de la Legislatura, retomó los cánticos electorales hacia Del Sel, cuando éste se floreaba en las escalinatas ante la prensa. Oídos sordos del ex Midachi, quien tuvo palabras amistosas hacia el gobernador. Esta actitud fue recíproca, dado que en su discurso ante la Asamblea Legislativa, el gobernador agradeció a Omar Perotti y a Del Sel, por ser “adversarios leales y dignos”.
Muchas expectativas y pocos anuncios concretos en una hora exacta de discurso, donde en un par de ocasiones las palmas se animaron. Con una serenidad pareja, Lifschitz repitió la intención de consenso y diálogo, poniéndose a tono a la ola macrista, a la que mencionó y relacionó con “renovación de esperanzas”.
Algo emocionado recordó a su padre y a Enrique Estévez Boero, mientras que en primera fila lo miraban sus hijos y su madre de 92 años. “Tengo las banderas viejas del socialismo pero una renovada visión de la democracia republicana”, afirmó. Luis Rubeo, Rubén Giustiniani, Hugo Marcucci, Victoria Donda, Marcos Cleri, entre otros, ocuparon la Cámara de Diputados, desierta de banderas y cánticos militantes.
Si bien demostró una actitud de agradecimiento hacia Antonio Bonfatti en un abrazo cálido en más de una oportunidad, no esquivó la pobreza existente. “Ciento de miles de excluidos, parecen invisibles pero están. Se han logrado conquistas importantes pero nada fue suficiente”, afirmó con el gobernador saliente a su lado.
El próximo destino era la Casa Gris, a unas cinco cuadras. Afuera, el sol del mediodía se estancaba y parecía no querer mover su espesor. Los participantes partieron a pie, en lo que simuló una procesión hacia un templo más que al pequeño y desbordado Salón Blanco, donde minutos después Bonfatti le entregaría a Lifschitz la banda y la réplica del bastón de Estanislao López.
Otra vez hacia el exterior. El Teatro Municipal era lo más ansiado de la jornada: cómodos asientos, aire fresco, nada de empujones, y un escenario amplio para observar la jura de los 14 ministros y 2 secretarios de Estado. En primera fila se sentaron la intendenta de Rosario, Mónica Fein y la diputada y esposa del gobernador, Clara García, vestidas al tono en un blanco limpio; más allá los ministros de la Corte Suprema, Daniel Erbetta y Roberto Falistocco; y pegada la diputada nacional Victoria Donda con su beba, a quien Hermes Binner le hizo una escueta mueca de cariño.
En el escenario, Lifschitz, de corbata roja al tono de la rosa socialista, leía el juramento de cada ministro. Primero lo hizo con Pablo Farías, encargado de ocupar el lugar de Rubén Galassi, y luego a Juan Carlos Zabalza, que asumió como asesor de gabinete, un cargo tras la fallida banca en el Parlasur. La más aplaudida fue la ministra de Cultura, María de los Ángeles Chiqui González, que al jurar “por los niños y la imaginación”, recibió algunos pétalos de rosas que cayeron desde uno de los balcones laterales.
El ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, decidió jurar con sus dos pequeños hijos, y lo hizo en nombre “del padre de la patria Raúl Alfonsín”. Afuera se instaló una pantalla gigante para quienes quisieran seguir la transmisión, pero el calor que subía desde el asfalto, o el desinterés, dejaron desierto el lugar.